¿Identificas las señales previas a una crisis de migraña?

por | Nov 28, 2025 | Actualidad

Las personas con migraña saben que una crisis no siempre empieza con un dolor intenso de cabeza. Muchas veces, el ataque lleva horas, o incluso días, anunciándose sin que la persona lo perciba con claridad. Sin embargo, reconocer esas señales tempranas puede marcar una gran diferencia, y por eso cada vez cobra más importancia comprender qué ocurre antes, durante y después de una crisis de migraña.

La Fundación Española de Cefaleas ha recopilado información clave para entender este proceso, y entre sus aportaciones destaca una cifra poco conocida: más de la mitad de las personas con migraña experimentan síntomas previos al dolor, aunque solo entre un 10% y un 30% identifica patrones repetidos en cada episodio. Esta variabilidad explica por qué la migraña puede resultar tan impredecible y difícil de anticipar.

Como explica la Dra. Ana Gago, miembro del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN), un ataque de migraña no se reduce al momento del dolor. En realidad, se desarrolla a lo largo de cuatro fases: primero aparece la fase premonitoria, después el aura (presente únicamente en un tercio de las personas), posteriormente la fase de dolor, y finalmente la fase postdrómica, cuando el organismo se recupera lentamente tras la crisis.

Cada etapa tiene su propio impacto, pero en esta ocasión nos centraremos especialmente en la fase premonitoria, una fase temprana tan relevante como desconocida.

La fase premonitoria puede comenzar hasta 48 horas antes del dolor de cabeza. En este periodo, el cerebro del paciente empieza a funcionar de una forma diferente, y esa alteración activa una serie de síntomas que varían de una persona a otra. No existe un único patrón de señales: cada paciente tiene su propia combinación. Aun así, hay signos frecuentes que pueden servir de guía: cambios en el estado de ánimo, como irritabilidad, tristeza o apatía; o, por el contrario, episodios de euforia o hiperactividad. También son habituales la fatiga, la somnolencia, la falta de concentración, los bostezos repetidos, la rigidez o molestias en la zona del cuello, cambios en el apetito o aumento de la sed, así como una hipersensibilidad a la luz, al ruido y/o a los olores. Algunas personas incluso notan variaciones en la temperatura corporal, con sensación súbita de frío o calor.

La mayoría experimenta entre tres y cuatro de estos síntomas por crisis, aunque no siempre los mismos. Algunos no evolucionan, como la euforia, mientras que otros, como la fatiga o la dificultad para concentrarse, se intensifican conforme la crisis se acerca. Esta diversidad hace que no todo el mundo pueda identificar la llegada de un ataque de  migraña de forma consistente.

Durante mucho tiempo se pensó que ciertos alimentos o situaciones desencadenaban directamente el ataque, pero estudios recientes indican que, en muchos casos, lo que parecía un desencadenante era en realidad un síntoma premonitorio mal interpretado. La Dra. Gago pone como ejemplo el deseo repentino de chocolate o dulces: “No es que estos alimentos provoquen la migraña, sino que el propio cerebro, al activar áreas relacionadas con el placer y la recompensa, genera ese antojo como parte del proceso que precede al dolor”.

Comprender estos síntomas tempranos puede ayudar a reducir la sensación de incertidumbre y evitar restricciones innecesarias. Además, esta fase representa una oportunidad importante: intervenir en este momento podría prevenir o atenuar el dolor en hasta dos de cada tres crisis. No obstante, solo un tercio de las personas logra anticipar más de la mitad de sus ataques, lo que refleja la necesidad de seguir avanzando en métodos de identificación más precisos.

Actualmente se investigan herramientas objetivas que puedan detectar la crisis antes de que el paciente lo note, como dispositivos que registran variables fisiológicas, biomarcadores presentes en saliva o sangre, cambios en el lenguaje o patrones cerebrales específicos. Los primeros resultados son prometedores, aunque estas tecnologías aún no se emplean en la práctica clínica cotidiana.

Conocer cómo se estructura un ataque de migraña y reconocer sus primeras señales puede mejorar de forma significativa la convivencia con esta enfermedad neurológica altamente incapacitante. Escuchar al propio cuerpo, interpretar sus avisos y entender qué ocurre en cada fase no elimina la migraña, pero sí devuelve a muchas personas una parte del control que sienten haber perdido.

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